martes, agosto 21, 2012

Juan Caros Camarillo Reyes

Pensé que agosto sería nublado con el cielo gris, pero nunca pensé que llovería tanto.
En la calle cuando me lo encontraba me decía "hijo" o "mi niño", lo que no variaba esa era sonrisa honesta. Siempre dispuesto a ayudar y ocupado por los demás.
Cuando me lo encontraba de noche en días de fiesta y trago, me preguntaba cómo andaba y a qué hora me iba para la casa, me contaba historias de cuando iba a montar o a las ferias de otros pueblos, de cuando no había tantas casas en Tomatal, siempre era una placer platicar con él; al final era al único que invariablemente le avisaba que me iba para la casa, o si yo estaba muy "grave" pedía que le avisaran: diganle a mi tío Juan, "la burrita" que ya me fui.

Hace seis meses me costo mucho trabajo ir a verlo y no romper en llanto al verlo enfermo, pero a ver sus ganas, su fuerza y su fe pude respirar tranquilo, tiempo después tuvimos la sensación de ir ganando, sobre todo cuando le dijo a mi papá "me siento bien chingón compadre" y sonreía al mismo tiempo.

Pero al final el destino estaba escrito.
Tuvimos que verlo partir.
Nunca pensé ver llorar a mi tío Ángel ("la burra").

Lo vi como un tío porque el árbol familiar así nos lo indica, lo vi como un primo porque se caso con Rubi Piedragil Mancilla, lo vi como amigo por esa mano extendida y esa sonrisa, lo vi como hermano porque siempre lo sentí así.
Y si digo que lo extrañaremos es porque cuando alguien como él se va no queda más que hacer.

Gracias tío por todo.
Gracias por enseñarnos a sonreir.
Gracias por enseñarnos a bailar.

lunes, agosto 20, 2012

Abuelita Atala

Nunca quise escribir este post, nunca quise sentir este dolor, desde hace unos años sabíamos que el momento estaba cerca, un cosa es esperarlo y otra es que realmente suceda.
Hay una estela de ausencia.
Lo iniciaré hablando de otros sucesos, un día viviendo en cuerna, sonó el timbre del teléfono de la casa mi tía Lulú, ya sabía la noticia que iba a recibir: mi tía Blanca ya no estaba con nosotros; años después el timbre del teléfono me desperto nuevamente, al abrir los ojos supe que mi tía Amada también había partido.
El viernes me desperto el timbre de mi celular, era mi papá, lo supe y no quise contestar, después de varias llamadas fue inevitable escuchar su voz al teléfono dandome la noticia: mi abuela Atala ya estaba en un lugar mejor.
Hoy puedo decir que este mundo no es el mismo, ahora puedo decirlo más alto y claro: este mundo era mejor con mi abuela aquí.
Aprendí mucho de mi abuela.
Muchos aprendimos mucho de ella (así tuvo que haber sido y lo lamento por los que se perdieron en el camino).
¿Cómo no aprender de ella si era total bondad?
Las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas para los suyos y para ajenos, siempre hubo espacio para todos, para los Aguirre Martinez, para todos los Piedragil (para todos), para sus hermanos, siempre dio la cara por sus nueras y yernos, siempre se preocupo por sus sobrinos, por sus nietos ni se diga, siempre tenía una palabra de aliento, un gesto de cariño, una chispa para luchar al ver un injusticia, siempre tenia la mano extendida para quien la necesitara; nunca nadie en su casa se podía quedar sin comer, siempre había espacio para alguien de Tomatal en su casa, siempre había un plato de comida que sólo Dios sabe de donde ella lo sacaba; en su casa, los peones, cocineras y lavanderas comían lo mismo que todos (por eso les gustaba trabajar para ella), no se discriminaba, no había nadie inferior, todos eramos dignos.
Y veré a mi abuela en varios gestos que tengo y que sus descendientes tenemos:
En mi guardando todas las servilletas que pueda en las bolsas de mi pantalón, en la fuerza y organización de mi madre y mi hermana, en el sazón y lo meneado en la cocina de mi madre y de Pavel, en las costumbres del campo que mi padre aprendió de ella, en los esfuerzos de mi tío Melqui por salvar a todos los niños de Morelos y Guerrero, en el espíritu emprendedor de varios de sus nietos, en la mano extendida de varios de nosotros.
Recuerdo que siendo muy niño y habiendo más personas de la generación de mi abuela, llegaban a besarle la mano, a decirle mama-Talita, hermana, tía-Talita, madre Atala en el saludo, en esos días no entendía nada, ahora me queda un poco claro.

Hay gestos y frases que nunca olvidaré de mi abuela, como cuando en casa de mi abuela estaba tendido y llegaron los hijos del segunda matrimonio de mi abuelo a la casa, mi abuela los recibió y ordeno: "Denles de comer, pobres. ¿Ellos qué culpa tienen?"; cuando una tía tuvo un problema fuerte en su trabajo, a apesar de la situación ella se la pasaba rezando por ella, haciendo novenarios para que se resolviera el problema; un día que la estábamos metiendo a bañarla nos dijo angustiada a mi y a mi madre: "Ahora qué voy a hacer? Ahora qué les voy a dar? La gente me pide y ahora no tengo nada".
De otras personas en estos días he escuchando cosas tan lindas, como que nos permitió a la familia Aguirre darnos identidad, identidad que ahora nos aflora en la piel y en las palabras (siempre firmes), que se ocupaba en que todos estuvieran bien, "cómo están mis cocineras?" les preguntaba, "Lleven esto a su gente" mientras les daba su itacate bien servido....
Es raro regresar a su casa y no encontrarla, es doloroso, es insipido, aromas que dan nostalgia.

En conclusión, mi abuela es una fuente inagotable de buenos gestos y buenas actitudes.
Pura bondad.
Doy gracias por haber conocido a un ser tan maravilloso como ella.
Hoy sé que estás en ese campo lleno de flores, en ese lugar donde todo es tranquilidad.
Gracias abuelita, gracias por cada cuidado, por cada beso, por cada regaño, por cada consejo, por cada gota de amor, gracias por haberme cuidado hasta en estos momentos que ya no estás.
Gracias infinitas.
Descansa en paz abuelita Atala.